sábado, 2 de junio de 2007

VENEZIA

Venecia es un conjunto compacto de 118 islas apegadas por 160 canales y el Gran Canal como una superarteria que irriga todo ese cuerpo armónico, bello y misterioso, conmueve e impresiona. La gran Basílica San Marcos y el Puente Rialto son sólo dos caras de esta ciudad de mil facetas, movediza y escurridiza, pero por cierto mucho más amigable.
La góndola, emblema de la ciudad de Venecia, es una de las invenciones navales más increíbles, funcionales y bellas. La parte más rara y bonita de la góndola es la horquilla, hecha en madera dura y tallada con minuciosidad. En este punto se apoya el remo. Esto explica las muescas cinceladas que sirven para que el remo realice sus maniobras. Se la llama forcola. Una auténtica forcola se talla sobre una curvatura natural del árbol. Por eso, no hay dos iguales. Toda góndola tiene una alabarda de hierro trabajada que engalana la proa. Lo llaman ferro (o sea, hierro). A ambos lados del ferro sobresalen unas cuchillas que, al parecer, eran usadas otrora como armas defensivas. El cuadro se completa con el felze, la cabina que se coloca sobre los pasajeros cuando hace frío. El ferro marca la altura de la góndola y el felze se ciñe a ese mandato, pues si no, los puentes dejarían sin techo a más de un turista.
El lado plano de la embarcación está en declive, de forma que cuando flota sobre el agua se inclina hacia un lado. Cuando el gondolero sube, la nivela con su propio peso. Por ello, el diestro gondolero parado sobre un pedazo de alfombra, no quita nunca los pies de ella y se mueve ligeramente sobre su eje para guiar la góndola. Esto explica por qué el paseante debe sentarse sin discutir donde el gondolero indica. Se evita así el mal humor de ciertos conductores, que carecen del lenguaje adecuado para explicar teorías de flotación.

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